Por Claudio Antonio Caamaño Vélez, 21 de
marzo, 2013, 3:00P
El concepto de nación puede ser explicado de este modo: un conjunto de
personas unidas por lazos patrióticos, quienes se consideran hermanados por una
historia, tradiciones, costumbres, lengua y religión comunes, así como otros
elementos, que los unifican, independientemente de estar o no territorialmente
juntos.
Desde Tierra del Fuego hasta Tijuana, los latinoamericanos todos tenemos
un mismo origen de colonización, explotación y mestizaje. Compartimos una misma
religión, y una sola cultura de base. Hablamos lenguas neolatinas. Y también,
aunque sin darnos exacta cuenta de ello, tenemos los mismos enemigos.
No son los ríos, ni los mares, ni las montañas lo que divide a las
naciones. “Divide y vencerás”, decía
Julio Cesar hace más de dos mil años. Nuestros países están delimitados por
fronteras artificiales creadas por los imperios y las potencias para dividirnos
y subyugarnos con mayor facilidad.
Si los países Latinoamericanos nos unificáramos, seríamos la nación con
más recursos naturales del Mundo, una de las de mayor extensión territorial, y,
sin lugar a dudas, una de las potencias más poderosas sobre La Tierra. Y no
tendríamos que ponernos de rodillas nunca más.
Es precisamente por eso que los países que nos han explotado a lo largo
de toda nuestra historia tratan de evitar que tomemos consciencia de esta
realidad (que se plantea ya en términos ineludibles), fomentando la discordia
entre nosotros e implantando gobiernos serviles a sus intereses expoliadores.
Para Simón Bolívar, la unidad del continente constituía la única
posibilidad de convertirnos en una Nación soberana e independiente, que
caminase hacia su propio desarrollo y felicidad. El escritor argentino Abelardo
Ramos trata muy bien este tema en su obra “Historia de la Nación
Latinoamericana”.
Hugo Chávez nos recordó que todos los pueblos de Latinoamérica somos una
sola Nación. Siguiendo el ejemplo de Cuba, nos enseñó a ser solidarios los unos
con los otros y a protegernos mutuamente. Ese ha sido el gran “pecado” de
Chávez, por el que la inquisidora máquina de propaganda del imperio
norteamericano ha tratado insistentemente de satanizarlo.
Pero los pueblos de la Gran Patria Latinoamericana no somos ya tan
ingenuos, y sabemos distinguir entre un prócer y un traidor.
Un día, cuando el sueño de Bolívar, del Che, de Caamaño y de Chávez se
cristalice, serán recordados como los fundadores de una de las naciones más
prósperas y felices que haya conocido la historia universal.
C.C