Por Claudio
Caamaño Grullón
Al sobrevivir a la
guerrilla, sin rendirme ni entregarme, me hice la promesa de que al regresar al
país buscaría los restos de mis compañeros caídos y asesinados, que habían sido
sepultados en fosas escondidas bajo estricto secreto político y militar en
distintos puntos de la Cordillera Central. Por más de siete años estuvimos
buscando los restos de mis compañeros, en especial los restos de quien fuera nuestro
líder y nuestro comandante, y en lo personal, mi mejor amigo y compañero de
toda la vida, Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Con la ayuda de
detectives privados, que se infiltraron en las Fuerzas Armadas, pudimos recabar
información que nos permitió localizar el lugar donde fue asesinado y
posteriormente sepultado Caamaño, así como los nombres de los militares que
participaron en su captura, y los militares que cumplieron la orden de su
asesinato. De esta manera identificamos el militar que llevó a cabo la orden
del desmembramiento, la quema, y el enterramiento de sus restos ya mutilados,
quien por una fuerte suma de dinero nos narró los detalles de este horrendo proceso
y nos señaló el lugar del enterramiento, donde también estaban sepultados dos
de mis compañeros, Heberto Lalane José y Alfredo Pérez Vargas.
En el
levantamiento de los restos estuvieron presentes, entre muchos otros, el
Secretario de las Fuerzas Armadas Antonio Imbert Barreras, el Jefe de Estado
Mayor del Ejército Nacional Tommy Fernández Alarcón, y el antropólogo doctor
Abelardo Jiménez Lambertus, director del Museo de Historia Natural, este último
se tomó más de seis horas para rescatar los pocos huesos y fragmentos de
Caamaño que quedaron luego de las mutilaciones y el fuego a que fueron
sometidos, y que se diferenciaban perfectamente de los otros dos restos que no
habían sido quemados ni mutilados. Todo lo encontrado coincidió con la
descripción que nos había dado el militar que dirigió el enterramiento. Las
Fuerzas Armadas se encargaron de custodiar la tumba durante los varios días que
duró el desenterramiento de los otros dos compañeros.
Ya en Santo
Domingo, los restos fueron sometidos a un minucioso estudio antropológico y de
laboratorio, llevado a cabo por los antropólogos forenses más importantes de
República Dominicana: Abelardo Jiménez Lambertus, Renato Rimoli y Fernando Luna
Calderón. Este estudio arrojo como resultado que los restos rescatados eran totalmente
compatibles con las características de sexo, edad y estatura del héroe nacional
Francisco Alberto Caamaño Deñó. Concluidos los estudios, los restos fueron
expuestos por nueve días en la Iglesia La Paz, desde donde se trasladaron al
Cementerio de la Máximo Gómez, en lo que fue el entierro más multitudinario
hasta ese momento en la República Dominicana. Por más de 25 años estos restos
estuvieron en este cementerio, donde cada año recibían los honores de miles de
dominicanos, incluido el Congreso Nacional.
Cuando el Congreso
Nacional aprobó la ley que dispone el traslado de los restos de Caamaño al
Panteón de la Patria, el Poder Ejecutivo tuvo desde un principio la marcada
intención de evitar esto y desacreditar la autenticidad de los restos, no solo
por el gran valor histórico que poseen, sino también por el crimen de guerra
que constituyen. Estos restos son una evidencia de la brutalidad del régimen de
los 12 años de Balaguer y la criminalidad imperante en esas Fuerzas Armadas.
Caamaño fue capturado con vida y asesinado seis horas después, su cadáver fue
destazado y sometido a fuego por más de un día, llegando a desaparecer los
huesos de las manos, los pies y gran parte la cabeza, la cual fue machucada;
posteriormente lo que quedó fue depositado en un hoyo preparado cuidadosamente
con el propósito de que nunca fueran encontrados.
Para una muestra
de la intención que existe de esconder la verdad sobre la muerte de Caamaño
Deñó, basta con ir al Ministerio de las Fuerzas Armadas y consultar los
registros referentes a su muerte, donde aun aparece como que murió en combate.
Esto a pesar de que abiertamente se conoce que Caamaño fue capturado con vida y
luego asesinado, y que varios militares de los que estuvieron involucrados en su captura y su asesinato han tratado
públicamente este tema y dejado constar la verdad de este hecho.
El poder ejecutivo
siempre estuvo en contra de reconocer y trasladar al Panteón de la Patria los
restos de Caamaño, el Presidente de la República no se atrevió a emitir un
decreto con tal disposición, como establece la ley del Panteón. Ningún Presidente
dominicano se atrevió a tomar esa decisión. Fue el Congreso Nacional quien
asumió ese compromiso. Por primera vez en la historia se exalta una figura al
Panteón de la Patria mediante una ley y no por un decreto. Esto debido a que
ningún presidente había tenido el valor de asumir ese compromiso.
Cuando la Ley 4-13
sale de la Cámara de Diputados, luego de haber sido aprobada por el Senado,
establecía que la Comisión de Exaltación estaría compuesta por tres miembros de
la Fundación Caamaño, un miembro del Ministerio de Obras Públicas, un miembro
del Ministerio de Salud Pública y un miembro del Ministerio de la Fuerzas
Armadas, pero el Poder Ejecutivo, antes de promulgarla modificó por completo la
composición de esta comisión, de manera inconstitucional, con la finalidad de
incidentar el traslado de los restos, como bien ha hecho dicha comisión, la
cual está presidida por el Ministro de Cultura.
La modificada Comisión
de Exaltación, de manera ilegal y arbitraria cuestiona el fondo de la ley,
ordenando al INACIF para que realizara pruebas de ADN a los restos de Caamaño,
cuando por más de dos años se había discutido este tema en ambas cámaras del
Congreso, y los legisladores habían estudiado los análisis antropológicos,
consultado peritos y escuchado testimonios, quedando convencidos de la
autenticidad de los restos. La comisión era para cumplir la ley, no para
cuestionarla. De esta manera el Ministro de Cultura subvierte el orden
Constitucional al contravenir una orden del Congreso Nacional que se le daba
mediante una ley.
Recientemente el
Instituto Nacional de Ciencias Forenses presentó su informe respecto a los
restos, un estudio que nunca debió ser hecho. De manera un tanto sospechosa
presentan este informe un días después de que fue interpuesta una Acción de
Amparo para que se cumpla la Ley 4-13, luego de más de 7 meses con la posesión
de los restos sin dar ninguna información al respecto a pesar de nuestra
insistencia. Este informe del INACIF fue sometido por la Fundación Caamaño al
análisis de expertos en estos temas, quienes dieron constancia de los múltiples
vicios y las graves incongruencias en dicho informe, recomendando no aceptar
sus conclusiones, ni las afirmaciones en él vertidas. El informe presentado por
INACIF constituye una irresponsabilidad científica y una traición a la memoria
histórica del pueblo dominicano.
Como podemos ver y
consta, el Poder Ejecutivo ha hecho todo cuando ha sido posible para disminuir
la figura de Francisco Alberto Caamaño Deñó. Primero, no asumió la
responsabilidad de emitir un decreto para hacer la exaltación, tal como
establece la ley que crea el Panteón de la Patria. Segundo, modificó por
completo la Comisión de Exaltación establecida por el Congreso, colocando al
Ministro de Cultura, dependiente del Poder Ejecutivo, para presidirla. Tercero,
a través del Ministro de Cultura incidentó el cumplimiento de la ley, negándose
a acatarla. Cuarto, el INACIF, que también es una dependencia del Poder
Ejecutivo, emite un informe irresponsable y lleno de vicios para desacreditar
la autenticidad de los restos de Caamaño.
Sería importante
saber: si el Presidente de la República Danilo Medina Sánchez, el Ministro de
Cultura José Antonio Rodríguez, el Procurador General Francisco Domínguez Brito,
y el Director del INACIF Francisco Gerdo, están consientes de la
responsabilidad histórica que están asumiendo ante nuestro pueblo.
Tal vez muchos se
pregunten a que responde todo esto; por qué tanto miedo a la figura histórica de
un hombre. El coronel Caamaño además de ser el mayor símbolo de la defensa a la
soberanía Nacional, el mayor símbolo de la lucha por la justicia social y la
democracia en nuestra historia reciente, es el mayor símbolo de la lucha
antiimperialista en el Continente Americano. La única vez en América que se ha
enfrentado en armas al Imperio Mundial Norteamericano fue en la República
Dominicana en 1965, con Francisco Alberto Caamaño a la cabeza. Ningún país de
América se había atrevido a enfrentar el abuso del Imperio Norteamericano,
mucho menos un país pequeño y escasamente armado. Aun hoy el ejemplo del pueblo
dominicano, que por más de tres meses defendió a sangre y fuego su dignidad
ante el abuso del mayor imperio económico
y militar que ha conocido el mundo, constituye una vergüenza para el Imperio Norteamericano,
y la figura y el ejemplo del presidente Caamaño son un objetivo de su política
imperial.
Hoy más que nunca,
cuando los pueblos latinoamericanos comienzan a unirse en contra de la
hegemonía imperial de los Estados Unidos, es intolerable para el Imperio
Norteamericano que se reconozca la figura del mayor luchador antiimperialista
de todo el Continente Americano. Es por esto que nuestros gobernantes, serviles
y dependientes de los Estados Unidos, tratan de impedir que Caamaño reciba los
honores que le corresponden.
Los enemigos de
Caamaño, los enemigos de nuestro pueblo, están conspirando en contra de la
memoria y de la verdad histórica. Los intereses que asesinaron a Caamaño, los
intereses que descuartizaron y quemaron su cadáver, los intereses que
intentaron hacer desaparecer no solo su cuerpo, sino también su ejemplo, son
los mismos que hoy estamos enfrentando. El servilismo, la cobardía, la
irresponsabilidad, la traición, no deben ponerse jamás por delante de los
intereses de la patria.
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