Por
Claudio A. Caamaño Vélez, 9
de enero de 2013, 4:15PM
El pasado viernes 4
de enero fui invitado por el Prof. Milciades Díaz Santil, por segunda ocasión,
a su programa Mercadeando, que produce en el Canal 23 Telefuturo, y transmite
los domingos, de 9 a 10 de la mañana.
En esta ocasión el profesor Santil me sorprendió mostrándome una foto a
la vez que me preguntó: “¿que ves ahí?”.
Era una foto de mi padre durante el entrenamiento guerrillero en Cuba. Se le veía
con su fusil en mano, sonriendo, con una mirada decidida. Luego de un momento
observando la foto, con un hervidero de sentimientos dentro de mí, pude
responder: “veo al hombre que más admiro
en todo el mundo”.
Le expliqué, que no lo admiro por ser mi
padre, pero el hecho de ser su hijo me ha permitido conocerlo de manera
integral. Mi padre es un hombre muy modesto que no le gusta hablar de sí mismo.
Pero su historia está cargada de sacrificio y amor por el pueblo dominicano.
Desde muy joven fue un decidido opositor de
la dictadura de Trujillo, siendo obligado a abandonar la universidad y recluido
en una finca en La Majagua, provincia de Samaná, que se le dio como cárcel por
su posición en contra de la dictadura. Más tarde participó en el Movimiento
Constitucionalista, llegando a ser uno de los más destacados protagonistas de
la contienda de 1965 con el cargo de jefe de Inteligencia y Contra Inteligencia
“G-2”, luego de lo cual fue enviado al exilio. Se enroló en el movimiento
guerrillero de Caamaño Deñó, y por más de 3 años entrenó en Cuba, desde donde
vino al país dispuesto a triunfar o morir, salvando su vida sin entregarse a
los militares, desafiando él solo a toda la maquinaria militar del país,
convirtiéndose en el guerrillero dominicano que más tiempo ha durado sublevado.
Nuevamente en Cuba volvió a entrenar y regresó al país en un segundo intento guerrillero,
fue apresado y condenado a 30 años de cárcel, de los cuales cumplió más de 2 en
una solitaria, en la Cárcel de la Victoria, antes de ser enviado al exilio.
Al retornar al país, en el gobierno de
Antonio Guzmán, se dedicó a múltiples oficios con tal de no vender su dignidad
y sacar adelante a su familia. Mientras muchos vivían de lo que habían hecho en
el pasado, vendiéndose a los núcleos de poder, mi padre trabajó como operador
de grúa e incluso pintor de brocha gorda. Lo que sea con tal de no ceder en sus
principios.
Balaguer intentó comprar su conciencia
ofreciéndole un sinnúmero de obras multimillonarias, las cuales rechazó
cortantemente. En aquellos días, nuestra familia estaba tan mal económicamente
que mi padre llegó a abrir la alcancía de mi hermano para poder echar
combustible. Pasamos muchas vicisitudes, algunas navidades sin cena de noche
buena, ni reyes, mas siempre se las arregló para darnos una buena educación y
que no nos faltara comida.
A sus casi 75 años continúa aún consagrando
su vida a luchar por un mejor país. La patria dominicana sigue siendo su mayor
inspiración. Unas veces con el fusil, otras con las letras y las palabras. Nunca
ha dejado caer la bandera de la lucha por la felicidad del pueblo dominicano.
Constituyendo uno de los más loables ejemplo de moral y lucha de nuestro país.
Perdónenme la inmodestia
al hablar de mi padre, pero ya que él no habla de sí mismo alguien tiene que
hacerlo. Ahora ya lo conocen un poco más. Claudio Caamaño Grullón, mi padre, el
hombre que más admiro en todo el mundo.
Twitter: @claudiocaamano
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