Por Eugenia
Rosario Gómez
Eugenia Rosario Gómez. Abogada, ciclista, Presidenta de la Fundación Rodando por mi País |
El pasado 14 de febrero tuve la
oportunidad de subir a Valle Nuevo, junto a la Fundación Caamaño, en la
conmemoración del cuarenta y un aniversario de la muerte de Francisco Caamaño.
Tengo años subiendo allí con ellos y en esta
ocasión en particular tuve la oportunidad de compartir de cerca con Vicenta
Vélez Catrain, la mujer que se llevo Francisco en el corazón cuando le
arrancaron la vida, su esposa y madre de tres de sus hijos. Fue una experiencia
invaluable, y hasta cierto punto reveladora, haber conversado con ella.
Durante todos estos días he querido escribir
sobre ese encuentro pero las ideas no se organizaban en mi cabeza y el mensaje
de lo vivido aún no llegaba del todo claro. De repente, como esas realidades
cuánticas, se hizo visible cuando repare en ella, cuando tomé consciencia de que
lo debía transmitir desde una experiencia personal.
Vicenta me contó muchas cosas de su familia, de la
guerrilla, del pensamiento de Caamaño en relación a muchos temas de la época y
de como aún siguen siendo temas de actualidad, o más bien, situaciones que aún
41 años después están pendientes de resolverse en nuestro país.
Me habló de la estadía de Caamaño en
Londres, de cómo se conocieron, y finalmente como estuvieron juntos en aquellos
tiempos revueltos e inciertos. Pero lo que más me llamo la atención, fue esa
declaración que salió a la luz en algún momento hablando sobre el tema de los restos
y la posición de algunos familiares; cuando Vicenta me aseguro, que ella era la
esposa de Caamaño no solo por que se había acostado
con él y había parido sus hijos, ¡No! Ella era su esposa por que era su
compañera, su amiga, porque compartía con el los mismos ideales y juntos tenían
la misma visión de como debían ser las cosas. Que eran demasiadas cosas por lograr
juntos lo que los unía.
Mientras me lo decía, yo sentía que el
corazón se me ensanchaba para recibir un sentimiento genuino y enorme hacia esa
mujer, que de repente me explicaba (sin ella saberlo y sin yo darme cuenta en
ese momento) lo que últimamente me ha dejado "en la estacada": lo que
define el amor y la relación de pareja no es el sexo (aunque reconozco su
importancia), no es esa connotación íntima que se le quiere dar en general;
para quererse hay que entenderse como dice la canción, hay que ser amigos,
cómplices, compartir ideales y esperanzas, proyectos, metas y gran parte del
camino; pero además existe un sentimiento, una mirada fugaz, un roce, un
"estar" que hace que ese, y no otro, sea "tu hombre".
Cuando Vicenta me aseguraba que ella era su
mujer por ese lazo invisible que los unía aún en la distancia, y que los hacia
llamarse y encontrarse como los polos de los imanes, entendí perfectamente que
es lo que diferencia a los amigos, de los amantes, de los amores. Es tan solo
un latido adicional del corazón, una conexión, un sentir, una intimidad que
está en aire aún nunca llegue a consumarse, un suspiro, una canción, unos ideales
de libertad, la misma democracia, el mismo camino que se trilla codo a codo.
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