lunes, 10 de marzo de 2014

Vicenta y Francisco

Por Eugenia Rosario Gómez

Eugenia Rosario Gómez.
Abogada, ciclista, Presidenta de
la Fundación Rodando por mi País
El pasado 14 de febrero tuve la oportunidad de subir a Valle Nuevo, junto a la Fundación Caamaño, en la conmemoración del cuarenta y un aniversario de la muerte de Francisco Caamaño.
   Tengo años subiendo allí con ellos y en esta ocasión en particular tuve la oportunidad de compartir de cerca con Vicenta Vélez Catrain, la mujer que se llevo Francisco en el corazón cuando le arrancaron la vida, su esposa y madre de tres de sus hijos. Fue una experiencia invaluable, y hasta cierto punto reveladora, haber conversado con ella.
   Durante todos estos días he querido escribir sobre ese encuentro pero las ideas no se organizaban en mi cabeza y el mensaje de lo vivido aún no llegaba del todo claro. De repente, como esas realidades cuánticas, se hizo visible cuando repare en ella, cuando tomé consciencia de que lo debía transmitir desde una experiencia personal.
   Vicenta me contó muchas cosas de su familia, de la guerrilla, del pensamiento de Caamaño en relación a muchos temas de la época y de como aún siguen siendo temas de actualidad, o más bien, situaciones que aún 41 años después están pendientes de resolverse en nuestro país.
   Me habló de la estadía de Caamaño en Londres, de cómo se conocieron, y finalmente como estuvieron juntos en aquellos tiempos revueltos e inciertos. Pero lo que más me llamo la atención, fue esa declaración que salió a la luz en algún momento hablando sobre el tema de los restos y la posición de algunos familiares; cuando Vicenta me aseguro, que ella era la esposa de Caamaño no solo por que se había acostado con él y había parido sus hijos, ¡No! Ella era su esposa por que era su compañera, su amiga, porque compartía con el los mismos ideales y juntos tenían la misma visión de como debían ser las cosas. Que eran demasiadas cosas por lograr juntos lo que los unía.
   Mientras me lo decía, yo sentía que el corazón se me ensanchaba para recibir un sentimiento genuino y enorme hacia esa mujer, que de repente me explicaba (sin ella saberlo y sin yo darme cuenta en ese momento) lo que últimamente me ha dejado "en la estacada": lo que define el amor y la relación de pareja no es el sexo (aunque reconozco su importancia), no es esa connotación íntima que se le quiere dar en general; para quererse hay que entenderse como dice la canción, hay que ser amigos, cómplices, compartir ideales y esperanzas, proyectos, metas y gran parte del camino; pero además existe un sentimiento, una mirada fugaz, un roce, un "estar" que hace que ese, y no otro, sea "tu hombre".

   Cuando Vicenta me aseguraba que ella era su mujer por ese lazo invisible que los unía aún en la distancia, y que los hacia llamarse y encontrarse como los polos de los imanes, entendí perfectamente que es lo que diferencia a los amigos, de los amantes, de los amores. Es tan solo un latido adicional del corazón, una conexión, un sentir, una intimidad que está en aire aún nunca llegue a consumarse, un suspiro, una canción, unos ideales de libertad, la misma democracia, el mismo camino que se trilla codo a codo.

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