Por Claudio A. Caamaño Vélez
Por siglos fuimos esclavos, colonia de otros países, hasta
que decidimos ser libres, y juramos defender ese derecho con nuestras vidas, lo
cual hemos demostrado en cada ocasión que ha sido necesario.
Nuestra libertad como nación, nuestra soberanía como Estado,
no fue un regalo, ni mucho menos un favor, no vino del cielo, ni del extranjero.
Tuvimos que arrebatarla a sangre y fuego de las garras de las potencias que nos
subyugaron: Francia (1808), Haití (1844), España (1863) y Estados Unidos (1924
y 1965).
Somos un pueblo alegre, solidario, hospitalario y amoroso,
pero a la vez somos el pueblo más fiero que existe sobre la tierra en cuanto a
defender nuestra soberanía. Cuando Francia era un imperio mundial, lo sacamos
de aquí y nos quedamos con la cabeza del general Ferrand clavada en un palo;
cuando España era una potencia militar la derrotamos y vimos sus barcos
abandonar nuestro territorio; cuando Estados Unidos vino en 1965 con su
poderío, sus tanques de guerra, sus bombarderos, sus 45 mil soldados, le
enseñamos que el que mancilla nuestro suelo libre tiene que morir como invasor
y derramar su sangre en una tierra ajena.
No somos un país agresivo, nunca hemos ido más allá de
nuestras fronteras a agredir otro Estado ni a ofender su soberanía, pero hemos
sabido defender con nuestras vidas nuestro derecho a ser libres, y lo
defenderemos mil veces. No luchamos por
odio, ni por venganza, luchamos por amor, por amor a la justicia, a la
libertad.
No olvidemos nunca el alto precio que hemos tenido que pagar
para ser libres y soberanos, no un precio en dinero, sino en vidas y sacrificios.
Y que los demás países del mundo tampoco olviden que juramos defender esa libertad
con nuestras propias vidas, y así lo hemos hecho, y lo haremos, hoy, mañana y
siempre.
¡Viva la República Dominicana, libre y soberana!
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