Por Claudio Antonio Caamaño Vélez
(@claudiocaamano)
Querer separar al Caamaño de
Abril del Caamaño de Caracoles, es como querer separar el hidrógeno del oxigeno, y pretender que no dejará de ser
agua.
El pasado 14 de abril, en el Listín Diario, vi unas
declaraciones del Ministro de Cultura, donde decía que al Caamaño que se exalta
es al de Abril y no al de Caracoles. Lo cual solo es un recalco de algo que ha
dicho varias veces en distintos medios. Puede parecer un gran disparate, pero
lo cierto es que pone en evidencia una gran realidad.
Exaltamos al Caamaño que nos defendió de una invasión
extranjera, pero no al Caamaño que vino a deponer a un gobierno despótico y
criminal, puesto ahí por los mismos “turistas” invasores de 1965. Exaltamos al
Caamaño que defendió la Constitución y la legalidad, pero no al Caamaño que
vino a enfrentar a un régimen que ultrajó la Constitución y las leyes de
nuestro país de la manera más grosera posible.
Lo que pasa es que el Caamaño de 1973 vino a luchar
contra los mismos males que hoy día sigue padeciendo nuestro país. Ese Caamaño
de Caracoles vino a enfrentar el abuso de poder, la corrupción, los privilegios
de los funcionarios, la brecha social. El Caamaño del 65 fue un líder, brotado
de una epopeya histórica, que sin buscarlo (incluso sin darse cuenta) se
convirtió en héroe; pero el Caamaño de 1973, era un ser con alto nivel de
conciencia social, que no surgió de la coyuntura, sino que tenía una clara
visión de los problemas de fondo de nuestro país, y que de manera concienzuda
había resuelto venir a enfrentarlos.
Mientras el Caamaño de 1965 es el ejemplo de militar
leal a las leyes (cosa que conviene mucho a un sistema que hace las leyes a su
conveniencia), el Caamaño de 1973 era un luchador contra la injusticia, sin
importar si esta se sustentaba en las leyes.
Mientras el Caamaño de Abril representa la estabilidad
legal, el de Febrero representa la verdadera revolución; representa la
metamorfosis de un ser humano; la transformación social de una persona.
Reconocer al Caamaño de Caracoles sería como auto
incriminarse, reconocer como Héroe a alguien que vino a combatirlos a ellos
mismos. Ante el ejemplo del Caamaño de Caracoles nuestros actuales gobernantes
deberían sentir vergüenza.
Esa postura del Ministro de Cultura, que cada día mas
deja ver su real naturaleza, solo sirve para poner en evidencia lo conscientes
que están nuestros gobernantes de lo mal que ellos lo están haciendo. Tal vez a
José Antonio Rodríguez, por su falta de pericia en política, se le esté
escapando ese tipo de cosas que deja en evidencia la visión que tiene este
sistema de aquellos a los que nuestro pueblo considera como sus héroes.
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