jueves, 11 de octubre de 2012

Manfredo Casado Villar, un combatiente revolucionario de leyenda

Combatiente revolucionario de una conducta ejemplar nacido en Hoyo Nuevo, San José de Ocoa, en el seno de una familia de agricultores honrados y laboriosos. Desde joven asumió una actitud de compromiso con la libertad, la justicia y el bienestar del pueblo dominicano, principalmente de los campesinos ocoeños.

Hombre extraordinariam
ente honesto, Manfredo, labró con su ejemplo el liderazgo más sólido del revolucionario comprometido en Los Martínez, Las Caobas, Los Naranjales, Hoyo Nuevo, Parra, El Pinar, Sabana Larga, donde era más conocido, así como entre la juventud de San José de Ocoa y parte de Baní.

Al estallar la guerra el 24 de abril de 1965, su padre, conocido popularmente como Porfirito Casado, ingresó a la ciudad de Santo Domingo y se incorporó a la lucha por la reposición en el gobierno del profesor Juan Bosch y el restablecimiento de la Constitución de 1963 que habían sido destronados por un golpe militar gestado por la oligarquía dominicana dirigida por el imperio de Estados Unidos.

Junto a Porfirito llegaron a las trincheras de los constitucionalistas sus hijos mayores Manfredo y Niño Casado Villar, quienes lucharon durante meses contra las tropas invasoras de Estados Unidos.

Concluida la guerra en septiembre de 1965, esos combatientes ocoeños regresaron a Los Martínez a labrar la tierra y a proseguir su lucha por la justicia social, la libertad y el bienestar de los dominicanos.

Unas veces trabajando en Santo Domingo, otras laborando en el campo, Manfredo no descuidó nunca su labor revolucionaria, lo que le permitió crear una sólida organización con base en Los Martínez, pero apoyada en otros campos de Ocoa, en la ciudad y en Baní.



Fue esa organización esencialmente autónoma, pero sustentada en su liderazgo indiscutido, la que dio refugio y protección a la mayoría de los dirigentes revolucionarios que eran perseguidos a muerte en Santo Domingo.

Aunque Manfredo nunca fue miembro de algún partido de izquierda, en su base político-militar en Los Martínez acogió y protegió a los principales dirigentes del Partido Comunista Dominicano (PCD), los del Movimiento Popular Dominicano (MPD), los del 14 de Junio, entre otros.

En Los Martínez estuvieron durante algún tiempo Plinio Matos Moquete, Henry Segarra, Guillermo Rubirosa Fermín, Rafael –Fafa- Taveras, Pedro Juan Persia, Braulio Torres, entre otros, quienes se internaron en las montañas junto a Manfredo y sus seguidores campesinos.

Toda la juventud de Los Martínez, varones y hembras, dieron un sólido respaldo a la lucha revolucionaria que encabezó Manfredo en los años sesenta hasta mediados de los setenta.

Con su lucha, los campesinos de Los Martínez recuperaron miles de tareas de tierra que detentaba la familia Solano, pese a que tropas de la Policía y del Ejército Nacional se enfrentaban con los agricultores, quienes finalmente permanecieron en la tierra que les pertenecía.

Entre 1967 y 1972, Los Martínez se constituyó en una verdadera base revolucionaria constituida por campesinos de la zona que bajo el liderazgo de Manfredo, sostuvieron su lucha pagando un alto precio en cárcel, torturas, persecución y muerte.

A finales de los años sesenta fue establecido un destacamento, con una dotación de un pelotón del Ejército Nacional en Las Caobas con el propósito expreso de combatir a Manfredo y sus hombres que estaban asentados a unos tres kilómetros loma adentro.

Tan pronto Manfredo muere el 8 de octubre de 1975, ese destacamento fue eliminado, pese a que era la agrupación de tropas más grande en todo San José de Ocoa y que además era reforzado constantemente con soldados que llegaban desde Azua, asiento de la compañía o de San Cristóbal, asiento del batallón del Ejército.

Durante su lucha revolucionaria, Manfredo y sus hombres y mujeres dieron una lección de dignidad y valor al pueblo dominicano y al ocoeños en particular.

Golpeado por el divisionismo de la izquierda, por errores políticos que cometían estas organizaciones y que arrastraban a Manfredo y sus compañeros, pero sobre todo por la confrontación con recursos militares, políticos y de inteligencia del gobierno, su organización fue debilitada. Decenas de hombres purgaron cárcel y otros tuvieron que pasar a la total clandestinidad, tanto en Santo Domingo como en otros lugares, lo que obligó a Manfredo a buscar asilo en la embajada de México en la primavera de 1972.

La llegada de la expedición guerrillera conocida como Playa Caracoles, encabezada por Francisco Alberto Caamaño, que entró por Azua y subió a las montañas de Ocoa, lo sorprendió asilado en la embajada de México.
Liquidada la guerrilla de Caamaño con el asesinato de su líder y otros cuatro guerrilleros, uno de los sobrevivientes, Claudio Caamaño Grullón, logra evadir la persecución militar, entra a la ciudad de Santo Domingo en el mes de abril y al día siguiente se asila en la embajada de México.

Es en esa circunstancia que se conocen dos luchadores revolucionarios ejemplares: Claudio Caamaño, veterano combatiente de la Guerra de 1965 y sobreviviente de la guerrilla de Playa Caracoles, y Manfredo Casado Villar.
De esa feliz coincidencia nació un compromiso revolucionario de continuar la lucha armada en las montañas, para lo cual salieron al extranjero a preparar su retorno.

A Claudio Caamaño le fue permitida la salida, pero se le negaba a Manfredo, pues el gobierno de Joaquín Balaguer quería que se lo entregaran para asesinarlo y con él su ejemplo de que de un humilde campesino puede salir un revolucionario consecuente.

Es mediante una acción audaz de retener a un hijo del embajador de México que Manfredo logra que el gobierno asesino de Balaguer le entregue el salvoconducto para viajar al exterior. Fue sacado del país en 1973 con destino a París, Francia, desde donde de inmediato fue a Cuba para unirse a Claudio Caamaño, quien ya se entrenaba para volver a la lucha armada, junto a Toribio Peña Jáquez y otros compañeros.

En Cuba Manfredo completó su preparación militar y política, retornando al país en junio de 1975 bajo el mando de Claudio Caamaño y acompañado además, por Toribio Peña Jáquez, combatiente de 1965 e integrante de la fuerza guerrillera de Caamaño en 1973, pero que no subió a la montaña por haberse extraviado durante la maniobra de desembarco en la Bahía de Ocoa, el 2 de febrero de 1973.

Provenientes de Cuba, pero llegados desde Puerto Rico en un bote tripulado por revolucionarios de esa isla hermana, Claudio, Manfredo y Toribio, después de vencer una tenaz persecución iniciada desde la costa de Nizao, Baní, pues los tres hombres que los trajeron al país fueron detenidos en La Romana, torturados y de ellos obtuvieron la información del desembarco, el pequeño grupo guerrillero logró internarse en las montañas al norte de Los Martínez.

Su propósito era restablecer la base revolucionaria que había tenido Manfredo en la zona, organizarla, adiestrarla y echarla a la lucha armada para recuperar la iniciativa revolucionaria y provocar la insurrección popular que liquidara el gobierno sanguinario de Balaguer.

A finales de septiembre de 1975, durante un desplazamiento nocturno, Manfredo cayó a un precipicio próximo a Los Martínez, adonde se proponía entrar esa noche, sufrió heridas incluida la rotura de costillas. Los hombres que le daban apoyo logístico lo sacaron hasta Fundación de Sabana Buey, Baní, donde quedó separado de la guerrilla en la montaña, quien tiempo después se enteró de lo sucedido.

Conocida la condición y luego la ubicación de Manfredo, Claudio Caamaño envía personal de su confianza a buscarlo y retornarlo a la montaña para continuar la lucha, pero su mensajero llegó tarde: ya algunos de sus familiares en Santo Domingo habían conocido de su situación e improvisaron un operativo para llevarlo desde Fundación a Santo Domingo, pero delatado por el dirigente del PRD Pablo Rafael Casimiro Castro, quien “cooperó” para su traslado, fue capturado en San Cristóbal por personal dirigido por el general Neit Rafael Nivar Seijas.

Después de someterlo a torturas en la Fortaleza Militar Antonio Duvergé, en San Cristóbal, Manfredo fue asesinado al igual que los otros tres hombres que lo trasladaban en un carro y sus cuerpos acribillados fueron presentados a la prensa con una declaración de que cayeron en un intercambio de disparos.

Aunque los cuerpos de los tres acompañantes de Manfredo, incluido el de su hermano Milcíades, fueron entregados a sus familiares en Santo Domingo, el del luchador revolucionario fue retenido por las tropas de Operaciones Especiales de la Policía y sepultado sin ataúd en una esquina del cementerio de Nizao, San José de Ocoa.

En lugar fue ubicado por otros revolucionarios ocoeños que intentaron sacar sus restos para llevarlos a San José de Ocoa, pero sus familiares pidieron desistir de ese propósito, pues todos ellos eran objeto de amenazas y persecuciones policiales y militares.

Con la crecida del río Nizao con el ciclón David en agosto de 1979, el cementerio de Nizao fue totalmente inundado y la tumba de Manfredo, que estaba localizada en el extremo este, quedó borrada.

Aun es posible que los huesos de Manfredo puedan recuperarse en el lugar, pero habría que hacer excavaciones en un perímetro no menor de 400 metros, porque los referentes de la ubicación exacta, desaparecieron con nuevas crecidas.

Allí se apagó la vida de un campesino ocoeño que saltó a la condición de revolucionario de leyenda, marcado por la combatividad, la honradez y la entrega sincera a la causa del pueblo dominicano. No obstante, de su ejemplo tienen que aprender las actuales y futuras generaciones, para las sucesivas batallas.

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