Por Claudio A. Caamaño
Vélez
Cuando
le debemos al prestamista, o al banco, sobre todo si es mucho, él comienza a
ser nuestro dueño, pues debemos dedicar nuestro tiempo y esfuerzo en buscar
dinero para pagarle, capital e intereses. Parte de nuestra energía vital se
quedará en sus manos.
Perdemos
libertad, no podemos decidir qué hacer con nuestras vidas, no podemos dejar de
trabajar ni un día, incluso, es probable que tengamos que buscar dos trabajos.
Si no nos alcanza deberemos vender nuestros bienes.
Lo
mismo con los Estados cuando toman préstamos. Van perdiendo libertad, y dejando
una parte importante de sus riquezas en manos de los acreedores. Si no llegan a tener con que pagarles, tienen
que darles bienes: carreteras, empresas estatales, tierras, recursos naturales,
etc.
Mientras
más se debe, más serviles los gobiernos; más control tienen los de afuera en
las políticas de adentro. Y como a los de afuera no les importa la felicidad de
los pueblos sino su dinero, esto se traduce en sufrimiento.
El
Presidente solicita préstamos, el Congreso los aprueba, pero ellos no se
comprometen, sino todos nosotros. Mientras nos tocará pagar por décadas, ellos
disfrutarán de las fortunas que amasaron a costilla nuestra.
Ya
debemos más del 50% del PIB, es decir, más de la mitad de toda la riqueza que
genera el país, y aumentando.
Por
ese camino nos están llevando nuestros actuales gobernantes. Pidiendo préstamos
para cubrir el déficit de la corrupción, y luego más préstamos para pagar las
cuotas de los prestamos anteriores. Y más y más préstamos para mantenerse en el
poder, única garantía de su impunidad.
Nos
tienen en una ilusión de desarrollo, cuando la verdad es que estamos
hipotecando nuestra soberanía. Los gobernantes que hacen esto son peores que
Pedro Santana y Buenaventura Báez. Son enemigos de la soberanía y la libertad.
Son enemigos de nuestro escudo y nuestra bandera. No merecen ser dominicanos,
mucho menos gobernarnos.
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