Por Claudio A. Caamaño Vélez
Los
gobernantes haitianos no comprenden el significado de la palabra “soberanía”.
Históricamente han sido unos serviles dependientes de potencias extranjeras.
Haití
no es un Estado, la definición teórica del término implica soberanía y
estructuras de gobierno funcionales. Haití es más bien el feudo de una
oligarquía despiadada y brutal, asquerosamente servil de quienes le garanticen
sus aberrantes privilegios.
Los
dominicanos hemos sido el país más solidario con el pueblo haitiano, a pesar de
que tenemos razones históricas para no serlo. No negaré que los haitianos son
discriminados, pero no por ser haitianos, ni por ser negros, se les discrimina
por ser pobres, como se discrimina también a los dominicanos pobres (lo cual
está muy mal).
No
podemos tolerar que se difame con falsedades a la República Dominicana, mucho
menos representantes de países que sí son racistas, xenófobos y violadores de
Derechos Humanos.
El
gobierno haitiano nos sataniza, cuando hemos mostrado más amor y más respeto
por sus ciudadanos que ellos mismos. Si algo empañó el Plan Nacional de
Regularización, lo fue el nefasto desempeño del gobierno haitiano en documentar
a sus nacionales. De eso si hay pruebas.
La
soberanía de los países es sagrada, y dentro del marco del respeto a los
Derechos Humanos cada país es libre de ejercerla. Podemos o no estar de acuerdo
con las medidas que tome el gobierno dominicano, pero debemos todos los
dominicanos defender nuestro derecho a que ningún país ni organismo
internacional decida por nosotros. Disentir del gobierno es parte de la democracia,
pero abandonar nuestro país a la manipulación y el chantaje es una traición a
la Patria.
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