Por Claudio A. Caamaño (hijo)
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Twitter: @ClaudioCaamano
No me gusta citar casos en específico, pues creo que el problema no son directamente los individuos, sino el sistema que les permite a estos individuos hacer y deshacer sin ningún freno. No se hace nada con secar el charco ocasionado por la gotera, si primero no se repara la grieta que hay en el techo. Para buscar soluciones, primero es preciso separar las causas de las consecuencias.
Esta vez hare una pequeña excepción. Acabo de ver un video en el que se muestran las fastuosas mansiones de Euclides Gutiérrez Félix (http://www.youtube.com/watch?v=Z5m4sijak-M&feature=player_embedded), realizado por la honorable y bella periodista y comunicadora Nuria Piera, el cual muestra un verdadero ejemplo de lo dañado que esta nuestro sistema. Aquí vemos como este “señor”, posee con toda impunidad una serie de propiedades que dan a lucir lo prolífica que ha sido su trayectoria como calié de Trujillo, luego como tumba polvo, y ahora, como sanguijuela gubernamental.
Pero me pregunto ¿de qué le sirve a un hombre viejo y desgastado, en las últimas de sus días, tener todas esas cosas sino tiene honor ni vergüenza? Cualquiera que lo ve por ahí con su cara dura y malhumorada, pensaría que es una persona inteligente. Las apariencias engañan.
Lo que más me duele es que este personaje se jacta de sus vínculos con nuestro líder Francisco Alberto Caamaño Deñó. Ha hecho difundir fotos en las que aparece al lado de Caamaño, como si esto implicara algo trascendente. He visto muchas fotos de Caamaño al lado de otros traidores menos presumidos. Ha insinuado en múltiples ocasiones, que él, Euclides Gutiérrez, le escribía discursos a Caamaño… Es verdad que cuando la gente no se respeta a sí misma, se le hace imposible tener respeto por los demás.
Les invito a que vean el video en cuestión, para que observen un vivo ejemplo de porque nuestros funcionarios se esfuerzan tanto para estar en el cargo. Para que vean como las personas que han perdido la vergüenza intentan recuperarla rodeándose de lujos y excesos. Y lo peor de todo… con nuestro dinero.
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