Por Claudio A. Caamaño Vélez
El
20 diciembre de 1962, cuando el teniente Claudio Caamaño Grullón, informó al
comando conjunto de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional encargado del
control y protección de las elecciones, que el Prof. Juan Bosch ya tenía asegurada
la victoria electoral, todos los presentes estallaron en júbilo, mostrando el gran
respaldo de los militares hacia el candidato del PRD. Hasta ese día todos los
militares y policías del país eran boschistas.
Bosch
planteaba abiertamente en sus discursos de campaña que “los militares eran más víctimas
de Trujillo que los mismos civiles”. En contraposición a su oponente Viriato
Fiallo, que anunciaba que “tenía las manos llenas de látigos para castigar a
los trujillistas”.
Lo
interesante es ver como del 20 de diciembre de 1962 al 27 de febrero de 1963,
ya había perdido por completo el respaldo de los militares. El día anterior a
la toma de posesión un grupo de militares y miembros del Consejo de Estado,
estaban gestando una trama para impedir que Juan Bosch se juramentara como
presidente constitucional de la Republica. Para ese momento en los cuarteles ya
se hablaba abiertamente en contra de Bosch. Los agregados militares
norteamericanos habían difundido e instruido a los militares y policías dominicanos,
dependientes y serviles, que este era comunista.
El
día de la toma de posesión el presidente no realizó ningún cambio en los mandos
militares ni policiales. Viendo esto, el presidente Rómulo Betancourt,
preocupado por esta situación, le sugirió al presidente Bosch que cambiara
todos los mandos militares y que pusiera sus propios mandos, a lo que este le
contesto: “lo que pase con los mandos militares es una atribución exclusiva del
gobierno dominicano” y no cambio ningún mando durante todo su gobierno.
En
una alocución por radio y televisión el presidente Bosch manifestó conocer las
intenciones de derrocarlo, pero solo se limitó a decir: “los golpistas tienen
que saber que un golpe de Estado a mi gobierno, durará menos que una cucaracha
en un gallinero”.
Cuando
ya era abiertamente conocida la conspiración contra el gobierno, y que esta la
encabezaban militares de Fuerza Aérea. Bosch
convocó a una reunión en el Club de la Base Área de San Isidro, con todos los oficiales de la
base, los cuales entendían que en esta reunión iban a ser hechos presos y
cancelados los cabecillas de la conspiración, quienes llegaron a la reunión llenos
de miedo. El presidente Bosch luego de amonestarlos termino diciéndoles: “Si
ustedes no deponen su actitud subversiva contra mi gobierno, yo presentaré la
renuncia”. Esto fue lo que detonó el golpe de Estado. Pocos días después, estos
mismos militares entrarían en su despacho y lo harían prisionero, deponiéndolo de
su cargo y enviándolo fuera del país.
El
día antes del golpe, el teniente coronel Rafael Fernández Domínguez, quien conocía
las intenciones golpistas, se apersonó donde el presidente Bosch y le planteó
que él tenía un grupo de militares leales, dispuestos a tomar las armas en
contra de los golpistas y hacerlos presos. Pero Bosch se negó, alegando que eso
provocaría un derramamiento de sangre.
Bosch
se convirtió en un ser indefendible y rechazó la ayuda de los que quisieron
defender la democracia dominicana. No quiero decir que provocó su propio golpe,
pero ciertamente no hizo nada para evitarlo. Dejó que las intenciones malsanas
de derrocar su gobierno se hicieran realidad sin tomar ninguna medida, convirtiéndose
en el principal responsable de este fatídico hecho que puso fin a la primera
democracia luego de la dictadura de Trujillo. Si bien los golpistas fueron que
dieron el golpe y asesinaron la voluntad del pueblo, Bosch no cumplió con su
sagrado deber como presidente de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las
Leyes.
Nota: Este artículo fue hecho con la colaboración y el
testimonio de Claudio Caamaño Grullón