martes, 28 de junio de 2011

Danilo, la agropecuaria y el turismo

Por Felipe Ciprián


ciprianfn@hotmail.com



El 16 de junio pasado leí la reseña de una conferencia dictada en San Francisco de Macorís por el hoy candidato presidencial del PLD, Danilo Medina, en la que reiteró lo que había dicho en abril pasado: que el sector turístico compra 18,000 millones de pesos anuales a la agropecuaria nacional y que con un mayor estímulo para que más extranjeros visiten el país, en diez años el monto de las ventas podría alcanzar los 100,000 millones de pesos al año.


Lo que inquieta saber es ¿cuáles productos agropecuarios dominicanos son esos que compran los hoteles turísticos en tal proporción?


La verdad es que no pongo en duda la buena intención que tiene Medina por ayudar a este país a impulsar su producción, pero el problema es que aquí estamos hartos de cifras que cuando uno trata de corroborarlas en el terreno, más allá de los promedios y las generalidades, las dudas asaltan las fortalezas por todos sus laterales.


Tengo entendido que las prioridades de compra de los centros turísticos en el sector agropecuario son: Frutas (27%), vegetales (15%), víveres (13%), carnes (12%), lácteos (10%) y mariscos y pescados (6%).


Las compras de frutas van dirigidas esencialmente a una parte de la producción de mango, aguacate, lechosa, naranja dulce, sandía, melón, limón, guineo y piña. Es obvio que los volúmenes de ventas de toda esa producción no han provocado un gran impacto en las localidades desde donde proceden y solo por citar el que más conozco, el mismo gobierno abandonó la mayor finca estatal productora de mangos en Villa Fundación, Baní.


Los vegetales que compran los hoteles son todos de pequeña producción, procedentes mayormente de Constanza y San José de Ocoa. A la primera le abrieron carretera el año pasado y la segunda está casi incomunicada por el sur, por Piedra Blanca y cortada por Constanza.


Los víveres que compran los hoteles proceden de Los Haitises, el Cibao y el Sur, pero dado su bajo precio, con la sola excepción del plátano, no es de suponer que registre un gran ingreso en los bolsillos de los productores.


Por lo visto, los hoteles compran poca cantidad de habichuela, y si fuera mucha, la de mayor consumo al día de hoy, la llamada “pinta”, es importada en muy altísima proporción, algo que nadie puede negar.


Los centros turísticos compran carne blanca, porcina y bovina, pero los volúmenes de importaciones de partes de pollos y pavos son masivos, lo que se puede apreciar en cualquier supermercado de barrio.


En partes de cerdo y bovino, compran menos, pues una gran cantidad es importada y compite con ventaja con los productores nacionales.


Dudo mucho que sea en leche, queso o embutidos, pues esos productos importados tienen doblegados a los de producción nacional, también comprobable en cualquier colmadón de barrio.


Si fueran compras de hortalizas, no se puede incluir ahí el ajo y la cebolla, pues son dos bulbos de creciente importación, no porque aquí no pueda producirse en la cantidad y calidad suficientes para abastecer el mercado, sino porque los costos superan el precio final en relación con el producto importado.


¿Por qué es tan alto el costo de producción?


Porque los combustibles tienen impuestos altísimos, lo que vale decir un transporte caro, arado caro, irrigación cara, electricidad cara… los productores no cuentan con financiamiento, asistencia técnica, ni buenos caminos… y luego de producir se chocan con que los comerciantes, combinados con los funcionarios de éste y los otros gobiernos pasados, inundan el mercado con importaciones para deprimir momentáneamente los precios y quebrar a los productores. Después, a subir los precios sin competencia.


Eso mismo pasó con los productores de maní para uso industrial a mediados de los años ochenta y pasa ahora con los productores de habichuelas del valle de San Juan.


Cuando producir maní resultó más costoso que importarlo para elaborar aceite vegetal, los productores y peones se fueron a la ciudad y desde entonces son motoconchistas, vendedores de caña pelada, de frutas, de frituras o de loterías instantáneas, y en tiempo de huracanes pasto fácil de las crecidas de ríos y cañadas en la periferia de Santo Domingo, San Cristóbal y Santiago.


Si el turismo compra aquí 18,000 millones de pesos al año en productos agropecuarios, tengo el derecho de pensar que una alta proporción son alimentos importados, no de producción nacional.


Si fuera cierto que el turismo comprara ese volumen de producción nacional agropecuaria, este país debía prepararse mejor para cultivar, cosechar y envasar, y no parece que así sea porque las escuelas de agronomía están vacías y no hay ningún incentivo importante para que la juventud se interese por esas carreras, mientras las carreteras hacia todos los campos productivos están en muy mal estado y no atraen la atención de los funcionarios del gobierno.


En caso de que el volumen de compra de producción agropecuaria nacional monte los 18,000 millones de pesos anuales, hay que cuestionar a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) porque dijo que “el sector agropecuario en su conjunto, ha descendido su participación (en la economía de República Dominicana), desde más de un 20% en la década del 70, a cerca de un 8% en la actualidad”.


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