domingo, 26 de junio de 2011

Más impuestos, más abusos, más miseria

Por Claudio A. Caamaño (Hijo)

Recientemente los congresistas aprobaron un nuevo paquete de reformas fiscales. Lo cual ha significado un duro golpe cuyos moretones aún no se marcan sobre la piel, pero cuyas consecuencias, serán seguramente devastadoras para la economía dominicana, que desde hace ya mucho tiempo viene dando tumbos por senderos inciertos. Con esto se le ha asestado una verdadera puñalada a la espalda del ya maltratado pueblo dominicano. Es una burla a la miseria y a la ignorancia de un pueblo indefenso.

No cabe ninguna duda de que esto empeorará la situación de pobreza y desesperación que ya padece el pueblo dominicano. Nadie que se respete se atrevería a dudar que subir los impuestos, aumentar la factura eléctrica, subir los combustibles y grabar con impuestos cosas que antes no pagaban impuestos, afectará de manera drástica a los que están allá al final de la cadena de consumo, a los mas… a los mas en cantidad, y a los mas en pobreza.

La soga se rompe por la parte más débil. Eso es lo que acabamos de ver. El pueblo esta siendo condenado a pagar por los desastres de la clase gobernante. El pueblo debe seguir manteniendo el lujoso tren de vida de sus verdugos. Nos están obligando a asumir las consecuencias de sus imprudencias y fechorías.

Todos son cómplices, los distintos partidos políticos están del mismo bando. Esta debe ser una lucha del pueblo contra todos ellos. Se tapan los unos a los otros, se culpan mutuamente en público, mientras se acarician los pies debajo de la mesa. Ya no hay partidos de oposición, solo socios malvados, el gobierno y el congreso es una inmensa asociación de malhechores.

Que vergonzoso ha sido ver las alegres caras de nuestros congresistas, mientras aprobaban el paquete de medidas impositivas. Que humillante ha resultado eso. La impotencia le recorre a uno todo el cuerpo, al ver como esos criminales no tienen miramientos a la hora de azotar la ya lacerada espalda del pueblo dominicano. Están poseídos de una insensibilidad que roza lo inhumano, de una irresponsabilidad que entra en lo criminal. Cada día los odio más, cada día me siento más cómodo con la idea de que el pueblo se levante y haga rodar algunas cabezas. Ya hasta creo que el mismo Dios bendecirá a las manos que afilen la cuchilla, y aun más a las manos que la tomen por el mango y hagan lo que hay que hacer.

Esas personas cuya irresponsabilidad nos golpea, esas otras que nos condenan a pagar por la irresponsabilidad de esos otros, ambas son nuestros empleados. Su salario, y en adición, lo que se roban, sale de nuestro trabajo, de nuestro sudor, de nuestra sangre. Esos mal agradecidos nos deben todo lo que tienen, sus lujosos autos, sus inflados sueldos, la costosa educación de sus hijos, sus vacaciones por el mundo, y todos sus malditos excesos, todo nos lo deben a nosotros. Hemos alimentado cuervos y nos han sacado los ojos, ya es hora de tirar los cuervos en agua hirviendo y comérnoslos con todo y cabeza.

No seamos tan ciegos, abramos los ojos. No podemos ser respetuosos con quien no nos tiene respeto. No podemos tener piedad con aquel que nos golpea sin clemencia. Es hora de levantar firmes la frente y apretar bien los puños. El que no lo entienda así que se eche aun lado y no estorbe. El futuro no es para los cobardes. Solo los valientes escriben las letras de su propio destino.

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